Existen días que alteran el tiempo, donde todo parece estar disperso; voy atravesándolos al compás de las calles que juegan con las personas envolviéndolas eternamente, en una sinfonía soberbia de pasos y murmullos.
Cierro los ojos buscando el silencio, silencio en los ecos de la noche fria y abrumadora, esperando responder a esa voz que me invade e interroga con fiereza ineludible, que cuestiona mi proceder, mi camino, mis desiciones y me sumerge en un lago de profundas incertidumbres, que recorren cada rincón de mi existencia, llevándola al limite, a un estado catártico que me transporta a través del tiempo, con ritmo tribal que resuena en mi alma.
Un grito en medio del horizonte, se ha proyectado en el espacio, desde la primera vez que la luz entro en mis pupilas. Ahora, se que al final del camino se encuentra el silencio, no escucho mas aquella voz furtiva y furibunda, solo hay calma, esa calma que solo se consigue despues del desvarío. Ahora, respira, despierta y existe.
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