jueves, 25 de agosto de 2011

EXISTENCIA


Observo como fluyen los espacios a través de mi vida y me pregunto ¿Realmente soy Yo el que observa?, veo una ciudad de arena, tan monocroma, donde no existen albores de nuevos vientos, donde el aliento de la ilusión yace perdido entre lo efímero y la conformidad de una felicidad antigua y me quedo fascinado por la ausencia de la lejana proyección de la humanidad.

El deseo de develar esa otra ciudad que yace en mi mente me embarga con intensidad sublime, aquella ciudad donde los matices no tienen limites, donde el viento siempre lleva consigo una promesa mayor, donde el arte y el misticismo de nuestra esencia traza todos los paisajes de la tierra. Es en ese incesante deseo donde creo estas lineas que me transportan a un mundo improbable y me pregunto ¿Soy Yo el que observa? o ¿Es aquel?, ese que vive en una latitud desconocida, ese que escribe para la noche, ese que se abstrae en el silencio.

Alguna vez esa ciudad de arena llevo a mi un cumulo de versos que escondían en sus lineas una gran certeza, que el hombre solo es uno y que el tiempo es como un espejo que lo refleja, si estos versos no fueran poesía, entonces sabría que el que observa no soy Yo, ni Aquel, sino es ese Otro que se encuentra disperso en el espacio, que es y que no es, que va y viene, ese Otro que permanecerá.

   

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